- 2 octubre, 2020
- Posted by: webmaster
- Categories: Desarrollo Organizacional, Desarrollo Personal
A lo largo de la historia nos hemos emocionado con biografías en donde es muy claro el Desarrollo Personal, historias inspiradoras de hombres y mujeres que han hecho una diferencia en el mundo.
Citemos algunos ejemplos de estas personas:
Dialla Diarra, quien preside la asociación Legki Yakaru de mujeres subsaharianas, en la que lucha para poner fin a la mutilación genital femenina. A través del proyecto HEAL, está detectando situaciones de niñas en riesgo, comunicándose y dialogando con las familias, a fin de alertarlos acerca de las secuelas que sufren por dicha práctica.
Jack Andraka, quien creó un sistema para diagnosticar precozmente el cáncer, algo parecido a las tiras que utilizan los diabéticos para saber la concentración de glucosa en la sangre. El costo de este sistema es de 3 centavos de dólar frente a los 800 dólares que cuesta el actual. Andraka está desarrollando la investigación en la Universidad Johns Hopkins con resultados positivos en pruebas realizadas en ratones. Se calcula que en 2022 el sistema de diagnóstico estará disponible para ser comercializado.
Cómo ellos, hay muchas personas y organizaciones haciendo una diferencia de mejora en los entornos, las sociedades y el mundo, en este presente y para el futuro. Hoy en día, parece una tarea titánica el desarrollarse como persona de una manera integral, pues si desarrollamos el área laboral – profesional, tendemos a descuidar otra como sería el área física o el área su familiar o el área personal.
Considero que alguien quien está preparado para hacer esta diferencia, es porque primero, se ha desarrollado en un buen porcentaje a si mismo/misma y es entonces, cuando puede asomarse al mundo y poder ofrecer una idea, acción, producto o servicio que provoque una mejora quizás primero en su familia, después en la comunidad cercana y así, sistémicamente siga expandiéndose hacia la sociedad y el mundo.
Y, sin embargo, creo, desde mi propia perspectiva que no necesita ser compartida, que estos hombres y mujeres, así como organizaciones, han transitado por etapas de su vida donde necesariamente han dejado de lado alguna de las áreas que conforman su integralidad: personal, social, familiar, laboral, profesional, intelectual, emocional, física, económica, ética, espiritual, estética, recreativa, etc., con vistas a un fin ulterior y bien superior.
Como personas tendemos a inclinar la balanza en algún área específica y en esa nos desarrollamos con mayor intensidad o pasión, esto dependerá de la edad, el momento de vida, las circunstancias, las oportunidades, etc. Sin embargo, cuando se tiene un proyecto de vida, aunque es imposible controlar lo incontrolable, tenerlo en mente o por escrito, si facilita el ir modelando nuestro desarrollo a pesar de la incertidumbre y el cambio que es inevitable. Un propósito definido es el disparador que impulsa nuestra voluntad hacia el logro y hacia nuestra visión.
El Desarrollo Personal, entonces, está ligado a una serie de prácticas como la auto-observación constante, los altos periódicos, la reflexión profunda, la conciencia consistente con los valores que profesamos y vivimos, las prioridades en armonía con dichos valores, los objetivos y el propósito de vida, las decisiones analizadas y oportunas, las acciones deliberadas, y con la suma de lo anterior, tener claro el rumbo que nos impulsa para avanzar hacia nuestra homeostasis e integralidad.
Si reflexionamos un poco, esto no es diferente de lo que sucede con las Organizaciones que hacen una diferencia generado algún tipo de beneficio o bienestar, en el mundo, en el entorno, en el ambiente, en la sustentabilidad y en sus colaboradores.
Las Organizaciones al igual que las Personas requieren seguir el mismo proceso, desde la auto-observación constante hasta lograr el equilibrio y la unidad.
Tú, ¿qué opinas al respecto? ¿Cómo vas en tu desarrollo como persona?
Si tu eres empresario o directivo, ¿cómo vas con el proceso de desarrollo de tu Organización?
Comentemos un poco para enriquecernos.
Rosa Girón